sábado, 19 de diciembre de 2015

Precatium Saturno

     Saturnus descendiente del cielo, tu que fertilizas nuestra agricultura y nuestras cosechas. Hijo menor que acabaste reinando, y por ello debías no tener hijos, y cuando los tenías, los devorabas. Devorador de tus propios hijos. A uno de ellos no pudiste devorar, y fuiste castigado por tu hermano.
     Y fue tu propio hijo, el único al que no pudiste devorar, el que te devolvió el imperio del cielo. Júpiter, tu único hijo que no pudiste devorar, te lo devolvió. Luchó contra su tío, y te lo devolvió.
     Y tu luchaste contra tu propio hijo, ese único hijo que no pudiste devorar y que te devolvió el cielo, y tu luchaste contra él. Y perdiste. Sí, perdiste el imperio del cielo que él te devolvió. Y ahora, ahora es tu hijo, Júpiter el que controla el imperio del cielo.
    Gracias a Jano, el dios de dos cabezas, que te recogió tras ser derrocado por tu propio hijo Júpiter, todos los 25 de Diciembre todos te recuerdan, todos conmemoran tu reinado, que fue la edad de oro.
     Oh la Saturnalia, con la cual te ofrecen niños, niños recién nacidos. Niños que acompañan con flautas y tambores, con flautas y tambores con los que hacen mucho ruido. Ruido que evita escuchar el grito de estos niños. Estos niños que sacrifican por ti.
     Tu que tenías un templo, un templo con un gran tesoro público. Donde tu estatua estaba sujeta con cadenas, cadenas de las que no se te libraba hasta la Saturnalia.
     Oh Saturno, devorador de niños, descendiente del cielo, anciano curvado con un velo, velo que nos dice que el tiempo es indeterminado y tu velo es impenetrable. Sí tu velo es impenetrable. Tu que tenías una guadaña en la mano con la cual presidías el tiempo. ¡Oh dios Saturno!

                                                 

Un saludo: Judith.

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